Como en su momento dijo el gran Mariscal de
Ayacucho Antonio José de Sucre; la independencia no
vale nada, si tras de ella no hay un proyecto de
construcción de una nueva sociedad justa e igualitaria,
en la que los cambios no sean solo de los viejos actores
de la política por otros nuevos, sino fundamentalmente
un cambio del libreto de la historia de vasallaje que
tuvo que vivir América Latina en
manos de los
colonizadores.
Una independencia que extirpe de raíz la injusticia, la
explotación y la subordinación; y que altere
radicalmente la anacrónica estructura socio económica
que mantuvo a América Latina y a nuestro país en el
más oprobioso atras
o tecnológico y en la más
anticristiana injusticia social.
Un proceso de independencia política sin una
contraparte de revolución social, es solo un cambio de
actores, más no de estructuras y paradigmas.